Hace unos días hablábamos aquí de que al igual que no todos los coches son iguales, las páginas web tampoco lo son. Lo primero parece tenerlo claro casi todo el mundo (quizá porque lo hemos aprendido desde que éramos pequeños y forma parte de los conocimientos generales que se presupone que cualquiera debe tener) pero lo segundo parece mucho más difícil de entender.

Otro ejemplo práctico sería el de un restaurante. Sí, todos hemos comido alguna vez en restaurantes de comida rápida, pero nunca se nos ocurriría invitar a un cliente actual o potencial a cenar a uno de esos establecimientos. Tampoco celebraríamos una boda o un acontecimiento de especial importancia allí. ¿Y qué hay más importante que defender y cuidar la imagen online que proyecta tu empresa?

Piensa si quieres que tus clientes potenciales te vean como una hamburguesa envuelta en papel o como un suculento menú preparado y emplatado por verdaderos chefs profesionales.

Volvamos a nuestro cliente. Lo llevamos a un buen restaurante, como es lógico, porque esa cena significa mucho más que el hecho de ingerir comida. Hemos quedado en que la finalidad de invitar a un cliente a un buen restaurante no es quitarle el hambre; eso podría conseguirse también en una hamburguesería de comida rápida, ¿verdad? Pero, insistimos, no lo hacemos.

Entonces, ¿por qué muchos empresarios y dueños de distintos tipos de negocios insisten en no prestar la más mínima atención a la calidad de la página web corporativa que les representa de cara a los clientes potenciales? ¿No sería lógico pensar que quizá esa oportunidad de negocio se perdió por llevar a ese posible cliente a comer a un establecimiento de comida rápida? Seguro que sí.

Pero además, el caso de las páginas web es todavía más problemático a ese respecto. Durante la cena, quizá tus conocimientos y tu elocuencia a la hora de explicar tus buenos productos y servicios podrían salvar la situación en caso de haber cometido el (hipotético) error de llevar a cenar a un sitio de comida rápida a un cliente.

Sin embargo, en la página web no existe la comunicación no verbal, no existe la cercanía, tampoco existe la posibilidad de reconducir la situación en caso de detectar pérdida de interés por parte del cliente. Lo que se ve en la página web es lo que hay. Es una primera toma de contacto y puede que sea la última si lo que te representa en el mundo digital es chapucero y no alcanza la calidad y la excelencia que debería poseer.

Como decíamos al principio, no se trata de quitar el hambre al cliente. Eso se podría conseguir en cualquier establecimiento de comida rápida. Se trata de dar a conocer tu empresa, tu negocio, tus productos o servicios. De producir una buena impresión. De que te escojan a ti por encima de tu competencia. Por lo tanto, ¿por qué muchos creen que sirve con tener cualquier página web, por muy poco profesional que sea?

La próxima vez que te plantees cambiar la página web de tu negocio haz el esfuerzo de ponerte en el otro lado. Imagina que eres tú el cliente y que lo que ves puede ser decisivo a la hora de decantarse por tu negocio o por tu competencia directa. Piensa si quieres que te vean como una hamburguesa envuelta en papel o como un suculento menú preparado y emplatado por verdaderos chefs profesionales.